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El crecimiento de un niño, es decir, su tránsito por las 3 etapas del desarrollo infantil, siempre fue visto como un proceso normal, natural, y tiene lógica, si lo vemos sólo desde el punto de vista de su crecimiento físico.
Sin embargo, innumerables estudios realizados por pediatras, psicólogos y otros especialistas demuestran que en el crecimiento de un niño hay que considerar otros muchos aspectos como son, el desarrollo y dominio de habilidades y capacidades que le permitan asimilar todo el aprendizaje que significa la vida misma.
No se trata, pues, de alimentarle, vestirle, darle un techo y cuidarlo sin más para que siga su proceso natural de crecimiento. La concepción de un nuevo ser trae implícita la enorme responsabilidad de educarlo en el seno familiar desde su etapa prenatal, de velar sin descanso por su desarrollo cognitivo, psicosocial y emocional, de trasmitirle afecto, de potenciar la adquisición y desarrollo de competencias clave (conocimientos, habilidades, valores y actitudes) que va a necesitar en las diferentes etapas de su vida.
Y para ello queridos padres, primerizos o no, hay que preocuparse (¡y ocuparse!) por conocer y aprender todo cuanto podamos sobre cada una de las 3 etapas del desarrollo infantil hasta la adolescencia (esta última etapa incluida, aunque nosotros por ahora no la abordaremos), sus rasgos y características más generales y las necesidades de nuestro hijo en cada una de ellas, con fin de poder contribuir de la mejor manera posible a su bienestar general.
Cada niño es una persona única, con su propio temperamento, su ritmo de aprendizaje, su origen familiar, sus patrones de comportamiento y su tiempo de crecimiento. Sin embargo, se han reconocido secuencias universales y predecibles, comunes en su desarrollo, que ocurren en los primeros años de su vida, mientras reciben estímulos e interaccionan con el medio. En su relación con el medio es donde adquieren y ejercitan sus habilidades.
Las 3 etapas del desarrollo infantil
El niño evoluciona a través de tres etapas desde que nace hasta la adolescencia, que son:
- La etapa de bebé (desde que nace hasta los 12 meses)
- La primera infancia (que por las peculiaridades de su desarrollo se subdivide en dos fases):
- La niñez temprana (desde los 12 meses hasta los 3 años)
- La “edad de juego” o etapa preescolar (desde los 3 años hasta los 6años)
- La segunda infancia o niñez (desde los 6 años hasta la adolescencia)
Los primeros años de vida de un niño son un maratón espectacular de desarrollo, tanto a nivel físico y cognitivo, como a nivel psicológico y social. Ellos aprenden a gran velocidad y desarrollan habilidades de movimiento, sociales y cognitivas que marcarán su personalidad futura. Cada etapa es resultado de la interacción de factores hereditarios y ambientales, y resultará distinta una de la otra y distinta en cada uno de ellos.
La etapa de bebé

Desde que nace, el bebé expresa a través de la sonrisa, que se encuentra bien, y pone a prueba constantemente sus necesidades biológicas a través del llanto. Nos identifica como la persona con la que más va a interactuar y quien va a satisfacer todas sus necesidades; es por eso, que la relación madre-hijo se considera un binomio. Al proporcionarle los cuidados necesarios, iremos creando en él sentimientos de aceptación, cariño y reconocimiento que le darán la confianza necesaria, tan importante en la formación de su personalidad futura. Esta confianza surge, a partir de la calidad y el amor con que le brindemos esos primeros cuidados.
En esta primera etapa, la etapa de bebé, irá pasando de tener reflejos primarios a convertirse en un bebé que demuestra ya rasgos determinados de comportamiento y logra cierta independencia en sus habilidades. Levanta la cabeza, atiende a estímulos visuales y sonoros, balbucea palabras, se prepara para el gateo, gatea, y se pone de pie. Ya tiene un juguete preferido, y cada día aumenta su curiosidad por todo lo que llama su atención, e irá por ello.
Ya cerca de los 18 meses puede decir algunas palabras, siente interés por los libros, aunque aún muestra dependencia de los padres y las personas más cercanas.
La primera infancia
La niñez temprana

A partir de los 12 meses, cuando culmina la etapa de bebé y nuestro hijo pasa a la niñez temprana, el ritmo de crecimiento físico disminuye considerablemente, sin embargo, la comunicación mejora mucho. Su lenguaje pasa, de unos cuantos ruidos y gestos a unas cuantas palabras casi ininteligibles. Aumenta su vocabulario y entiende, para nuestro asombro, todo lo que se le dice.
Por supuesto, el desarrollo de la comunicación en todos los niños no es igual, varía mucho de un niño a otro. Los que son más tímidos y tranquilos no se deciden a soltar palabra, mientras los más extrovertidos lo harán tal vez antes, aunque se conoce que la habilidad verbal en los niños no depende siempre de su temperamento; unos aprenden a hablar antes que otros, incluso entre los hermanos.
Hasta sus tres años cuando va a terminar la fase de la niñez temprana, podemos notar, además, que el niño tiene ya todo un “almacén de conocimientos”. Puede nombrar algunas partes del cuerpo, puede reconocer algunos animales por sus imágenes. Ya sabrá decir su nombre, y el de los miembros de su familia.
Al aumentar su vocabulario, el carácter y la conducta mejoran notablemente. Una vez que sepa decir lo que quiere, dejará de ser un oyente pasivo y le será más fácil satisfacer sus deseos. Los padres podemos ayudar a perfeccionar su vocabulario con tan solo hablarle. Debemos hablarle todo el tiempo, aunque no siempre esperemos de él una respuesta. Todos nuestros comentarios le ayudan a aprender nuevas palabras y a reconocer la importancia de la comunicación verbal.
Finalizando esta fase de la niñez temprana, ya está más preparado para jugar fuera de casa, especialmente en lugares abiertos, puede montar en triciclo, o manejar un cochecito de miniatura, jugar con cubos y hacer figuras.
Cada vez les gustará más jugar con otros niños de su edad, se divierte sólo mirándolos y hasta nos sorprende cómo se entienden entre sí. Aprenderá poco a poco a vestirse. Será primero como un juego, podrá equivocarse, pero con paciencia de nuestra parte, llegará a conseguirlo.
La «edad del juego» o etapa preescolar

Nuestro niño, entre los tres y los seis años, durante la etapa del juego avanza con rapidez hacia su independencia. Por momentos nos preguntamos ¿qué ha sido de nuestro “bebé”?
Nuestro papel en su vida también cambia con la misma rapidez. Pero una cosa sí no va a cambiar nunca, y es que esos primeros años son los que estrechan nuestros lazos, los que nos unen a ellos para toda la vida.
Ya ha aprendido a vestirse solo, juega a las escondidas, dice su nombre completo. Su vocabulario se amplía considerablemente. Dibuja círculos, cuadrados, figuras humanas. Distingue y reconoce los colores por su nombre. Come solito. Sigue instrucciones sencillas. Va ganando cada día más confianza en sí mismo y es más consciente de su individualidad. Poseen buena memoria y un gran poder de observación.
Nuestro papel va tornando cada vez más en el de maestra y no el de niñera.
Es importante saber que en la edad del juego o etapa preescolar pueden aparecer ciertas manías, por su deseo de establecer un orden, una rutina que le ofrezca confianza.
Ahora necesita el estímulo y la compañía de otros para jugar. Le resultará mejor con niños de su misma edad.
Contarle o leerle cuentos tiene para ellos especial importancia. Deberán ser cuentos de pocas palabras y mucha acción, esos serán sus preferidos. Las palabras no sólo tendrán significado sino también sonido y ritmo; por eso, cuanta más expresión pongamos al leerlos o contarlos más disfrutarán escuchando.
A esta edad también comienza a gustarles la música.
Las voces e imágenes de la televisión le atraen mucho y suele pasar largos ratos atentos a ella. ¡Pero mucho cuidado! Los padres debemos tener muy en cuenta que la vida de nuestro hijo, muy especialmente en la etapa de bebé, no puede establecerse en torno a la tele. Es necesario dedicarles tiempo o entretenerles con otras actividades, juegos didácticos o excursiones al aire libre, y no sólo por ofrecerles diferentes alternativas de entretenimiento, sino porque mucho tiempo delante de la tele y, peor aún, a distancias muy cortas, como para que no se distraiga y nos deje seguir con nuestras rutinas y tareas de la casa, puede resultar extremadamente dañino para ellos.
La segunda infancia o niñez

Ya entrando en la etapa de la segunda infancia o niñez, después los cinco o seis años, nuestro hijo pasa por cambios muy profundos, aunque hay que considerar como en etapas anteriores de su desarrollo que los cambios no ocurren en todos ni de la misma forma, ni con la misma rapidez. La influencia de la familia y del entorno se hace más consciente en ellos. Ya va a la escuela y su interacción con otros niños y con los maestros es esencialmente importante y debemos seguirla muy de cerca para sacarle el máximo provecho en favor de la educación y el desarrollo de nuestro hijo.
Observa con mayor atención lo que le rodea y es capaz de actuar influido por lo que reconoce a su alrededor. La comunicación juega un papel preponderante en esta etapa de su desarrollo. Nuestro rol cambia un poco, ya que cada vez quiere hacer más cosas solo. Pero esto no significa que podamos desatenderle, pues le faltará juicio aún y siempre necesitará nuestra guía.
El tono y las palabras que usemos para comunicarnos con él toman mayor relevancia en el desarrollo de su personalidad, de su confianza en sí mismo, de su autoestima.
Nuestro hijo debe tener claro nuestro papel en sus vidas, en su formación.
Pongámosle límites y normas, que también son muy necesarios en esta etapa. Para esto debemos actuar con firmeza, siempre desde el respeto y el amor. Dejémosle expresar sus emociones.
Cuando se equivoca, debemos inducirle a reconocerlo y motivarle a que lo vuelva a intentar, es lo más adecuado para enseñarle que el esfuerzo tiene recompensa.
Poco a poco debemos delegar en él algunas responsabilidades, porque cuando se sienten útiles se valoran más y es una forma de fomentar su independencia.
No le pongamos etiquetas. “Eres malo”, “tú no sabes”, “eres torpe”, “déjame a mí, que yo lo hago mejor” son frases que lo único que consiguen es que pierda la confianza en sí mismo y destruyen su autoestima.
No debemos compararlo nunca con otros niños, ni siquiera con su hermano. Las comparaciones no son buenas. Las personas somos todas diferentes, con habilidades distintas que no nos hacen mejores ni peores, simplemente personas con características individuales y propias.
Tampoco es bueno sobreprotegerlo, porque precisamente de sus errores aprenderá.
Finalizando esta etapa de la segunda infancia, muy diferente a las anteriores , pero igual de interesante y bella, nuestro hijo tiende a sentirse más independiente y a creerse «adulto», que «ya no es un niño», le apena que lo besemos y le achuchemos en público, por aquello de que «¿qué van a pensar sus colegas?». Y es que está por entrar a una etapa muy compleja de su desarrollo: la adolescencia.
Conclusiones
Si tenemos en cuenta todas estas recomendaciones durante sus primeros años de infancia, nuestro hijo crecerá adquiriendo valores, independencia, confianza, seguridad en sí mismo y una adecuada autoestima.
El ingrediente principal en la crianza de un niño no es el saber, sino el amor. No existe una fórmula infalible y única de criar a un niño, ni siquiera a varios niños dentro de una misma familia. Pero el amor de padres y el interés por hacerlo bien nos ayudarán a salir adelante.
Desde que nuestro niño nace, iniciamos un camino a su lado, Según como lo transitemos, le proporcionaremos un desarrollo armónico, o no. De nosotros depende en gran medida, porque en la familia se inicia la educación, tanto emocional (en ella aprendemos a querer y ser queridos, a consolar y ser consolado, a escuchar y a ser escuchados, a aceptar nuestras diferencia y las de los demás) como social (en ella aprendemos a relacionarnos con los demás, comenzando por nuestros padres y hermanos) así como el aprendizaje de la lengua materna y de los primeros conceptos.
La infancia es algo excepcional y transcurre diferente en cada niño. A veces intentamos que nuestros hijos sigan unas estadísticas que no están hechas teniendo en cuenta la individualidad y que hagan lo mismo que la mayoría o lo que esté de moda, sin tener en cuenta lo que hay de excepcional en cada uno de ellos. Debemos meditar sobre ello, analizar bien cada caso y tratar de encontrar la solución adecuada.
Hay tres ingredientes mágicos que no deberían faltar en la crianza de nuestros hijos: cariño, amor y buen humor. Una crianza respetuosa es aquella que tiene en cuenta las necesidades físicas y emocionales del niño. También se requiere mucha paciencia, algo de que muchas veces carecemos.
Si quieres aprender más sobre diferentes aspectos de las etapas de la infancia visita la web de la Asociación Española de Pediatría.
¿Y tú, ya tienes hijos? ¿En qué etapa de su desarrollo está ahora? ¿Si pudieras volver en el tiempo a la etapa prenatal, es decir, a tu período de gestación, ¿hay algo que harías mejor? ¿Qué? ¡Ayúdame a mejorar este blog y cuéntame tu experiencia en los comentarios! ¡Gracias!
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